martes, 29 de enero de 2019

Hasta siempre, Rubén


El viernes pasado había amanecido un día espléndido, frío, pero soleado, anuncio de descanso, alivio para el cuerpo después de una semana de trabajo. No venimos igual un viernes al instituto.Cansados, sí, pero aliviados todos por lo próximo del descanso e incluso  la diversión del fin de semana. Todo invitaba a la alegría, a la sonrisa, a la distensión... Pero nunca podemos asegurar que lo que queremos que pase vaya a pasar,  que lo que creemos que va a pasar, pasará. La vida nos golpea cuando menos esperamos, cuando no lo esperamos...
Sólo hace unos meses que compartíamos parte de nuestro tiempo y nuestra vida con Rubén, pero lo suficiente para, tras días de trabajo hombro con hombro, tras guardias, recreos , tras risas e incluso algunos cabreos con algunas situaciones del día a día, sentirnos todos desolados, incrédulos, consternados, paralizados...y sobre todo tristes, con esa tristeza rabiosa que provoca la muerte a destiempo, la muerte en la flor de la vida.
Nos hará falta un tiempo para encajar esto, pero debemos hacerlo, debemos cruzar el río de la incredulidad, de la tristeza y la desolación, para llegar al campo de flores del recuerdo feliz, de lo que la presencia de nuestro compañero nos aportó, de su sonrisa, del tiempo que compartimos y vivimos juntos. Eso ya nadie nos lo puede arrebatar y permanecerá por siempre en nuestros corazones. Que el amor y la alegría sean siempre más fuertes que el desánimo, la tristeza e incluso la muerte. 
Descansa por siempre en paz, Rubén, libre ya de todas las tribulaciones de este mundo.
Hasta siempre, querido compañero.
Nunca te olvidaremos.

Despidámoslo con estos versos de un poema tradicional escocés escritos con motivo de la muerte de un amigo:

Puedes llorar porque se ha ido,

o puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos

y rezar para que vuelva, 

o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor 

que compartiste.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a él le gustaría:

Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.